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lunes, 9 de marzo de 2015

Los vikingos

Los vikingos eran piratas que iban a saquear y matar, y sembraron el terror por las costas de Europa. Pero su reputación no es del todo justa: no eran solamente guerreros despiadados, sino también hábiles comerciantes,administradores y artesanos del metal y la madera, que producían hermosas joyas y artefactos que han sobrevivido hasta nuestros días. Eran también algunos de los mejores contadores de historias y las sigas nórdicas siguen fascinando a las audiencias modernas. Lo que hoy los historiadores escriben acerca de los Vikingos trata de asaltos, luchas e invasiones.
Ciertamente entre los años 793 y 1066 d.C. entra en la escena europea un pueblo hasta entonces desconocido, los llamados Vikingos, formados por gentes de diferentes zonas de Escandinavia, principalmente suecos, daneses y noruegos.
Las razones del por qué es en ese momento que el pueblo Vikingo alcanza su esplendor no está clara, pero dos razones pueden ayudar a explicarlo:
Por una parte, es un pueblo de navegantes en unos mares azotados continuamente por terribles tormentas. Esto hace que desarrollen mejor que otros pueblos el arte de la navegación y lleguen a construir unos barcos superiores a los demás pueblos europeos, lo que les permite abrir rutas comerciales por los principales ríos navegables de Europa y de Rusia occidental y colonizar tierras inexploradas hasta entonces: como partes del Noroeste de Rusia, Islandia, Groenlandia –donde fundan ciudades–, e, incluso, como “Erik el Rojo” que llega a pisar América (en la península del Labrador) 500 años antes que Cristóbal Colon.
Por otra parte los mitos y leyendas en los que se basa su cultura son de un carácter heroico, guerrero y aventurero, tan extraordinarios que al interpretar estos mitos de una forma“exotérica” naturalmente ello impulsa a la aventura y a la conquista: llegan a saquear las principales ciudades de Inglaterra, del norte de Alemania, París, incluso hay relatos de un asalto a Sevilla donde son rechazados por los moros, entonces presentes en España (aunque también hay que decir que muchos historiadores empiezan a pensar que en estos relatos sobre asaltos hay más de leyenda que de realidad).
Que duda cabe que sus mitos, de tan extraordinario carácter heroico y guerrero, habían de ser entendidos en forma esotérica, como el camino del guerrero en lucha contra sí mismo. Pero como siempre sucede por estos tiempos ya tan degenerados, sólo unos pocos eran capaces de leer el mensaje oculto.

Los nórdicos eran muy limpios. Sin los tabúes contra el desnudo propios del cristianismo, los vikingos se bañaban con más regularidad que los integrantes de las finas cortes vecinas y utilizaban cepillos de dientes por lo que tenían la dentadura en mejor estado que el resto de los europeos.
También usaban peines y dedicaban un buen tiempo a arreglarse los cabellos y la barba. El arreglo personal y el uso de finos ropajes eran una forma de conquistar a las mujeres cuando estaban en el extranjero.
Gustaban de las ropas de telas de colores y, a diferencia de su imagen cinematográfica, no usaban pieles para vestirse, excepto los más nobles y los guerreros berserks como elemento distintivo de su condición.


Estos seres altos, de piel blanca y ojos claros donde predominan los cabellos castaños y rubios, más allá de los estereotipos, eran miembros de una comunidad acostumbrada a las dificultades geográficas y climáticas con una fuerte estructura social campesina donde las relaciones y los vínculos familiares eran tan importantes como lo era la poesía o una narración bien contada en los eternos días del invierno.
De espíritu libre e independiente, los vikingos eran esencialmente campesinos que construyeron granjas autosuficientes que les permitían vivir de lo que les daba la tierra, además de lo que conseguían cazando, pescando, comerciando o pirateando.
Una granja podía tener un total de cuarenta personas distribuidas en unas cinco familias y un promedio de treinta edificios. Las viviendas principales eran largas y rectangulares con cimientos de piedra y, según la región, podían tener paredes de madera o de ramas entretejidas y recubiertas de barro. El suelo era de tierra apisonada y a lo largo de las paredes había unas plataformas de madera cubiertas de pieles que servían de asiento o cama. Los edificios comunes eran el establo, la herrería y el almacén.
El bondi o jefe de la hacienda tenía, como signo de su autoridad, un sillón especial sobre una plataforma con pilares tallados con cabezas de dragón, a los que se otorgaba suficiente importancia como para llevárselos siempre que debían comenzar una nueva vida en otro lugar.

En la granja producían casi todo lo que necesitaban y, como también eran excelentes carpinteros y herreros, fabricaban los utensilios y herramientas necesarios para los trabajos del campo y de la cocina.
En la primavera, con el aumento del calor y los primeros calores, era una época de gran actividad en la granja. Era tiempo de arar, sembrar, sacar el ganado a pastar, cortar árboles para los barcos o la granja, salir a cazar y a pescar.
Durante el verano los hombres libres concurrían al Thing (Asamblea) donde, entre otras cosas, se anunciaban los viajes que estaban preparándose. La mayoría de los hombres iban a tierras lejanas para comerciar o saquear y los que se quedaban en la granja eran los encargados de segar los cereales y el heno.
Si las cosas salían bien, en el otoño los hombres estaban de vuelta para preparar la granja para el largo invierno. Este también era el momento de las bodas, la mayoría de las cuales se habían convenido en la reunión de la Asamblea durante el verano.
Con las primeras nieves, la vida se aquietaba. Dentro de la casa se hacían algunos trabajos de reparación de herramientas o de hilado y, sobre todo, se contaban historias en torno al fuego.


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